Los lobos terribles han vuelto: ¿milagro de la ciencia o dilema ecológico?

La desextinción ya no es ciencia ficción. En marzo de 2025, nacieron tres crías que marcan un hito en la biotecnología: Romulus, Remus y Khaleesi, los primeros ejemplares vivos en más de 12,000 años del lobo terrible o Aenocyon dirus. Aunque no son réplicas exactas, estos lobos recreados por Colossal Biosciences se acercan más que nunca al depredador prehistórico extinto.

La startup estadounidense logró este avance combinando tecnología CRISPR, clonación y ADN fósil. Para ello, extrajeron material genético de un diente de hace 13,000 años y de un hueso del oído interno de hace 72,000. Luego editaron 14 genes clave del lobo gris moderno para replicar los rasgos físicos y conductuales del lobo terrible. Los embriones fueron gestados por perras domésticas y hoy viven en una reserva de 2,000 acres en Texas, donde son monitoreados constantemente.

Genéticamente, estos cachorros son 99.9% lobos grises. Sin embargo, su tamaño, forma del cráneo y comportamiento reflejan muchas de las características que los científicos esperan del extinto Aenocyon dirus. Este avance es parte del ambicioso proyecto de Colossal para traer de vuelta otras especies, como el mamut lanudo y el tilacino, y para ayudar en la conservación de especies en peligro como el lobo rojo.

Pero la hazaña no está libre de controversias. Científicos, ecólogos y bioeticistas han expresado preocupaciones sobre el impacto ecológico de traer de vuelta especies extintas. Algunas de las principales preguntas incluyen:

  • ¿Dónde podrían vivir estos animales si fueran reintroducidos?
  • ¿Qué efectos tendrían en los ecosistemas actuales?
  • ¿Qué prioridades estamos definiendo al invertir millones en revivir el pasado en lugar de proteger el presente?

Desde un punto de vista ético, también se cuestiona si es justo crear vida sin un entorno natural adecuado, solo por curiosidad científica o fines tecnológicos. Los defensores del proyecto argumentan que los avances en desextinción pueden usarse para rescatar especies amenazadas, restaurar funciones ecológicas perdidas e incluso mitigar los efectos del cambio climático.

Lo cierto es que el nacimiento de estos lobos terribles representa un salto enorme para la ingeniería genética y una oportunidad para abrir nuevas conversaciones sobre el papel de la ciencia en la conservación.

Mientras tanto, la imagen de estos nuevos “huargos” recorriendo la pradera moderna despierta tanto admiración como inquietud.

Porque, aunque podemos mirar hacia el pasado con nostalgia, el futuro de la biodiversidad sigue en juego.

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