En las aguas del Alto Golfo de California habita la totoaba (Totoaba macdonaldi), un pez que puede llegar a medir hasta dos metros de largo y pesar más de 100 kilos. Es una especie endémica de México y protegida desde 1975.

La pesca ilegal de esta especie se ha convertido en un negocio tan rentable que su vejiga natatoria —conocida como buche— puede superar los 25,000 dólares por kilo, más cara que ciertas drogas en el mercado negro. Dicho de otra forma, un solo kilo de buche podría costar lo mismo que un auto nuevo o equivaler al salario mínimo de 30 personas en México por un año.
¿La razón de su altísimo valor? Creencias tradicionales. En Asia, se atribuyen a la vejiga natatoria de la totoaba propiedades afrodisíacas y medicinales, además de su popularidad como un platillo de “élite” en restaurantes de ciudades como Hong Kong o Shanghái.
Este fenómeno, que interconecta las costas del Golfo de California con el mercado asiático, es facilitado por redes de crimen organizado en México, Estados Unidos, Malasia, Vietnam y China. Estas operan mediante grupos cerrados en redes sociales —como WeChat (la app más popular de China) y Facebook— y aprovechan la falta de control en puertos y aeropuertos para enviar el buche de totoaba camuflado en embarques de pescado, e incluso declarado como chocolate o ropa.

Además, esta historia no solo es preocupante para la totoaba, sino que también involucra el drama de la vaquita marina (Phocoena sinus), el cetáceo más pequeño del mundo, que está en peligro crítico de extinción. El uso de redes de enmalle para capturar totoaba también atrapa —como daño colateral— a la vaquita marina, provocando su muerte por asfixia. Hoy, según diversas estimaciones, quedan entre 10 y 13 ejemplares en el Alto Golfo de California, su hábitat natural.
La pesca de totoaba tiene en jaque a estas dos especies —la totoaba y la vaquita marina— y ha encendido las alertas sobre la capacidad de las autoridades para proteger la biodiversidad.
El mercado negro, la pesca ilegal y la vaquita: un círculo vicioso
Desde lo social, la pesca ilegal de la totoaba se ha convertido en una salida económica para jóvenes de comunidades pesqueras en México, que —ante la falta de oportunidades— participan en la captura y venta ilegal del buche. Localmente, a esta práctica se le llama “buchonear”, y muchos jóvenes que la realizan son detenidos por tráfico ilegal y terminan en la cárcel. Al mismo tiempo, mafias chinas que operan en México y Estados Unidos aprovechan la corrupción y la escasa vigilancia gubernamental para coordinar toda la cadena: pesca ilegal, intermediarios, transportistas y, finalmente, exportadores que colocan los productos en el mercado asiático. El “Cártel del Dragón”, como se le conoce, ha tejido una red criminal que conecta las costas mexicanas con restaurantes de élite a miles de kilómetros de distancia.
El elemento más dramático y preocupante de este comercio ilegal es el riesgo de extinción de la vaquita marina. En la región donde se pesca totoaba, se han creado Áreas de Tolerancia Cero para frenar el uso de redes de enmalle, y se realizan operativos conjuntos de la Secretaría de Marina (Semar), la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) y la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca). Sin embargo, los resultados han sido limitados. En 2023, la Comisión Ballenera Internacional emitió una histórica “alerta de extinción” para la vaquita, subrayando la urgencia de tomar medidas efectivas, como la erradicación total de las redes de enmalle y la persecución penal de los grupos criminales involucrados.
Ante la evidencia de que la pesca ilegal sigue siendo un negocio rentable —de ahí la presencia del Cártel del Dragón— se ejerció fuerte presión sobre el gobierno mexicano para que presentara, en 2023, un Plan de Acción ante la ONU. Este plan contempla la sustitución de redes de enmalle por formas de pesca alternativas, la implementación de esquemas de trazabilidad para la totoaba y acciones con enfoque en inteligencia financiera para combatir al crimen organizado. Acciones que, en teoría, ya están en marcha, aunque las constantes noticias de decomisos y arrestos por tráfico dejan claro que el comercio ilegal sigue presente.
La respuesta de México: ¿cultivo de totoaba?
La totoaba, un pez endémico y emblemático del Golfo de California, se ha convertido en el eje de un problema que combina desafíos ambientales, pesca ilegal y economías informales. Ante la persecución legal y el creciente mercado negro, parece que las autoridades y el sector privado quieren apostar por la crianza en cautiverio como alternativa. ¿Será realmente la solución para proteger a la vaquita marina, el mamífero marino más amenazado del planeta?
México se ha comprometido, mediante tratados y acuerdos internacionales, a:
- Eliminar todas las redes de enmalle del hábitat de la vaquita.
- Prohibir la pesca y el tránsito en las zonas de mayor presencia de la especie.
- Investigar y desarticular las redes criminales que lucran con la totoaba.
- Mantener una estricta protección del refugio de la vaquita y erradicar el comercio ilegal de partes y derivados de totoaba.
Sin embargo, en días recientes, comisiones del Senado mexicano aprobaron una propuesta que permite la exportación de totoaba de cultivo.
El contexto es el siguiente: la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES) ha mantenido a la totoaba en su Apéndice I, lo que prohíbe el comercio internacional de ejemplares silvestres. Pero en 2022, la empresa Earth Ocean Farms (EOF), ubicada en La Paz, Baja California Sur, logró obtener el visto bueno de CITES para exportar carne de totoaba criada en cautiverio, lo que marca un nuevo camino hacia su cultivo y comercio internacional.
Es importante señalar que este permiso no incluye el buche de la totoaba, que sigue valuado en hasta 25,000 dólares por kilo.
La venta y exportación legal de carne podría tener, desde el punto de vista económico, los siguientes beneficios:
- Impulso a la economía costera: se generarían cadenas de valor y empleos en comunidades como San Felipe o La Paz.
- Aprovechamiento sustentable: el cultivo permitiría capitalizar un recurso endémico sin depredar las poblaciones silvestres.
- Trazabilidad y control: cada pez criado en corrales o laboratorios acuícolas puede identificarse, evaluarse y documentarse, reduciendo la presión sobre la totoaba silvestre.
- Proyección gourmet: la carne de totoaba podría posicionarse en mercados de alta cocina, destacando sus cualidades nutricionales y su origen 100 % mexicano.
¿Una nueva amenaza para la totoaba y la vaquita marina?
Muchas organizaciones ambientalistas —incluido el Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA), desde 2017, la Environmental Investigation Agency (EIA) y el Animal Welfare Institute— consideran que legalizar la exportación de totoaba de cultivo también conlleva serios riesgos:
- Blanqueo de ejemplares silvestres: con un mercado “legal”, identificar si el producto proviene de granjas o de pesca furtiva puede volverse muy complicado, dando margen a criminales para camuflar buches ilegales.
- El buche sigue prohibido: la carne de totoaba no es lo que mueve el mercado asiático; la verdadera demanda está en la vejiga natatoria, que permanece fuera de la ley. Sin vigilancia efectiva, su venta ilegal podría dispararse.
- Principio precautorio ignorado: la vaquita marina, con solo una decena de ejemplares, no puede soportar más presión. Las críticas sostienen que primero debe erradicarse el tráfico ilegal y, solo después, considerar aperturas comerciales.
Mientras CITES exhorta a México a eliminar las redes de enmalle en el Alto Golfo y a desmantelar las redes del crimen organizado que trafican totoaba, también permite la exportación legal de ejemplares de cultivo.
Por ahora, las posibles reformas en el Legislativo no disipan el temor de que el crimen organizado —popularmente llamado “Cártel del Dragón”— siga maniobrando en la sombra. Si no se desmantelan estas redes criminales y no se refuerzan las acciones de vigilancia, la cría en cautiverio podría convertirse en otro frente de este conflicto ecológico.
En el horizonte, la vaquita marina sigue amenazada y la totoaba continúa navegando en aguas turbias, entre la acuicultura y la pesca clandestina.